No quisiera que nadie fuese a mal interpretar mis palabras, sino más bien, traer a conciencia nuestro rol en el mundo posmoderno. Creo, sin ninguna duda, que se le ha hecho mucho daño a la imagen de Jesús y al nombre de DIOS, a través de la historia, nuestro legalismo religioso, los abusos de la Iglesia como un todo (católicos, protestantes, ortodoxos, etc). Todos, los que nos llamamos cristianos, somos responsables de la exclusión a la que se ve expuesta la Cruz de Cristo, el rechazo de los jóvenes a todas las virtudes y valores que nos dieron nuestros padres, por el uso y el abuso del nombre de Dios y por nuestro pésimo testimonio de vida.
Hoy escuchaba la meditación de la mañana -uso mucho rezandovoy.org- meditaba y escribía en mi diario mi meditación, y quiero compartir lo siguiente:
Compartiendo el Evangelio en clave mística… Jn 2:13-25 (Jesús tira la mesa de los cambistas en el templo) – sábado 6 de marzo 2021
Dedico ahora un tiempo de intimidad con Jesús, que tiene el poder de sanar y la fuerza para denunciar la injusticia. Comparto con El, lo que ha movido mi corazón, sabiendo que acoge mi realidad, tal como es, tal como soy.
Hay que enfadarse y gritar
contra el que profana vidas,
el vendedor de apariencias,
contra el mercader de credos
y el usurero de penas.
Hay que devolver un ‘no’
a quien comercia con guerras,
y oponer la fe desnuda
a las armas, a las fieras
que a zarpazos amenazan
esta humanidad hambrienta
de sentido, de palabra,
de esperanza, de inocencia.
Hay que tirar por el suelo
las mesas de los cambistas
que regatean con leyes
y manipulan conciencias.
Plantarle cara a lo indigno,
aunque resistir convierta
en incómodo a quien lucha,
en peligroso al que alega
que no es amar un negocio,
ni el egoísmo bandera.
Hay que despejar el templo
de cerrojos y cadenas,
de credos atornillados,
y corazones de piedra.
Hay que silenciar el ruido,
y dar voz a los profetas.
(José María R. Olaizola, SJ)
Todavía estamos a tiempo de detener la catástrofe que se nos viene encima, ocasionada por la malversación del Evangelio de Jesús, dependerá de cada uno de nosotros, comenzando por nuestros hogares, nuestra familia, el vecindario, nuestros compañeros de trabajo, nuestro negocio. No es solo tarea de la Iglesia la renovación y el cambio, es el deber de todo cristiano, rescatar nuestro mundo del desastre y la autodestrucción al que se ve destinado. Los que nos decimos seguidores del Maestro de Galilea, es momento de levantarnos del cómodo sofá y actuar.
Amigo Universal