«El agua que no corre se estanca, se pudre y huele mal; eso lo sabemos todos. Pero también se pudre y huele mal toda vida que no fluye. Nuestra vida solo es digna de ese nombre si fluye, si está en movimiento»
Pablo D´Ors, Biografía del Silencio. Cap 11
Durante el primer año de pandemia, me di cuenta que mi vida espiritual se estaba estancando. Poco a poco advertí que estaba siendo seducido por la Acedia, a quien los Padres y las Madres del Desierto de los primeros siglos llamaron «El demonio del medio día».
Durante el segundo y tercer siglo, los ascetas del desierto, habían identificado a la Acedia como uno de los 8 demonios más peligrosos y quizá el mayor de todos. Cuando el cristianismo se occidentalizó se llamaron los 7 pecados capitales, excluyeron a la Acedia, pero no por menos importante, sino porque era especial en su manera de actuar y necesitaba un «capítulo» completo para explicarlo.
La Acedia, es un demonio que está atacando a la humanidad y no nos percatamos de su presencia. Te ataca sin que lo adviertas pues se disfraza de bien, de ángel de luz, se aprovecha del calor y del cansancio del «medio día», de la rutina, del hastío de un día tras otro, de la monotonía; luego te habla al oído y te da sugerencias que parecen buenas, pero no lo son.
La Acedia te ataca provocándote depresiones intensas y prolongadas, aún más cuando hay problemas económicos, problemas matrimoniales o familiares, enfermedad y muerte alrededor y peor aún, cuando vivimos la muerte de un ser amado.
«Es natural que te sientas así, triste y sin esperanza. Todos somos humanos. Quédate acostado hoy en tu cama, cierra la puerta del cuarto, que nadie te incomode y duerme, duerme, duerme… Pobre de ti. Nadie te entiende, sólo yo se lo triste que estás»
Esos son las voces que escuchamos, pero, claro… en el inconsciente.
Cuando ya estás atrapado en sus garras y has caído en sus engaños, es demasiado tarde, aunque muchos que se adentran en la Espiritualidad del Desierto, pueda que lleguen a enterarse, pues la conocen; sin embargo a veces ya estás estancado. Sus efectos son similares a la Soberbia, Pereza, Lujuria, Ira, Envidia, Gula, Avaricia: la precariedad humana, la humillación y la autodestrucción del individuo.
A mi me atacó y ni me enteré, eso no quiere decir que, en un momento dado no haya entendido lo que sucedía durante el proceso y que SÍ, me fui recuperando con mucha, muchísima dificultad.
«El agua que se estanca, se pudre y huele mal»
Siempre hay otros que advierten del mal olor y ellos nos despiertan del sueño y las pesadillas que lo habitan, gracias a Dios por esos otros que nos aman y nos tocan, como lo hacía Jesús, que despertaba a sus apóstoles cuando dormían en Getsemaní (Mt 26:40). Por esos otros, es que ahora, me siento despierto, y quiero que mi vida siga fluyendo.
Un día me desperté de ese letárgico sueño provocado por los arrullos de la Acedia y decidí levantarme, ir y atender la voz del llamado y volver a tocar, ver y sentir a mis hermanos… congregarme, meditar y orar, adentrarme en el silencio y la compañía de mi Dios. Ya despierto pude volver y dejar que mi vida fuera de nuevo digna de ser vivida, algo que solamente sucede en el olvido de sí y la entrega a los demás que están sufriendo en la ignorancia y el anonimato. Solamente de esa manera, mi agua vuelve a correr.
Excelente reflexión, definitivamente son cosas que nos pasan y lo importante es estar despiertos y tomar una actitud diferente, la actitud apoyada por el Espíritu Santo y estar despiertos nos debe sacar de esta actitud estancada y de acedía.