Yo ya no trato de discutir los defectos de las otras personas, trato de limitarme a los míos, pero aún me cuesta trabajo hacerlo. Cuando quiero hacer reparaciones o restituciones (pedir perdón), no debo enfocarme en los defectos del otro o ponerle un «pero» a mi restitución, sino limitarme a mi persona y a pedir perdón por mi error. Cuando quiero barrer la acera del vecino me equivoco, debo limitarme a la mía, comprendiendo que nunca trataré de decirle qué es lo que él debe hacer. No se discuten sus defectos; me limito a los míos. Es difícil porque siempre me estoy fijando en lo sucio de la acera del de enfrente y no veo que la mía está aún peor de sucia. Ayer mi esposa Gracia, quien es la mujer que más admiro en el mundo junto a mi madre, me dio una gran lección de humildad al enseñarme cómo debo poner en practica este principio. Sobre los defectos de los demás, sus problemas de carácter, maneras de ser, etc, no puedo hacer nada, pero sobre los míos sí. Puedo cambiar yo… Sí, eso está bajo mi control, pero no puedo cambiar al otro. Así pues debo continuar trabajando en mí, barriendo mi lado de la acera, sin estar de metido tratando de barrerle la acera al de enfrente. Vaya lección de vida que debo capitalizar… quise compartirlo con ustedes.
Amigo Universal