EL DIOS INMANENTE*

¿Y entonces?

Una vez cierro la puerta al Dios invisible ¿cuál se abrirá?

«Regresa a tu paz alma mía; no pienses más en la amenaza que te ha hecho temblar. Contempla lo que ves. Dios se presenta así…» – Más allá de las cosas, Carlo Carretto, 1960

Han pasado solamente ocho días desde que se decretó cuarentena en mi país. En medio del temor, la incertidumbre y el sin sentido, balbuceo una y otra vez la frase «esto no puede estar pasando» me encuentro yo mismo sumergido en intensos pensamientos de lo que podría llegar a pasar. En casa, me muevo de un lado al otro ¿adónde quiero llegar? por fin me sosiego y vuelvo al sillón donde trabajo a diario, enciendo la portátil y me sumerjo en el mundo mercantilista.

Cuando cerré la puerta ¿a quién le cerré la puerta? ¿a Dios? Por más que busque asilo en mi propia inteligencia, en mi creatividad y en la capacidad que tengo de sobrevivir en adversidades, esa mezcla de aparente calma pero con una sensación agridulce de zozobra y tristeza, son la realidad que me circunda.

¿a quién le cerré la puerta? ¿dónde encontraré asilo?

Llegado a este punto, no es mi intención causar inquietud o escándalo, pero me parece escuchar voces que me aturden diciendo cosas: ¿y dónde irá a parar tanta fatiga? ¿qué será de nuestro dinamismo? ¿qué será de nuestra obra? ¿quién subsistirá en la ciudad de la tierra?… pero, como un eco revolvente que surge del fondo de la fosa, viene una voz más fuerte que calla las otras voces y grita desde dentro, muy dentro «BASTA YA!!! dejad el pesimismo, dejad los pensamientos de fracaso, dejad ya la incredulidad, pues será el amor el que subsista, quedará la caricia en la suave brisa de verano, la caridad que diste, la palabra de aliento, el lenguaje del corazón con el que hablaste a tantas y tantas personas. ¿Desaparecerá la oficina?, pues claro que desaparecerá, si no es hoy será mañana, será en un mes o en dos, o en cinco, diez, veinte años. Desaparecerán los políticos, las revoluciones, las guerras, las ideologías, las religiones, el resultado de mis errores, la familia, los amigos, los días de sol, pues claro que todo desaparecerá y acabará… ¿sabes qué? hasta el virus desaparecerá. Con este viejo cuerpo se irán las heridas, el sacrificio y la sangre que derramé en mis batallas… lágrimas corren por mis mejillas y todo se aclara con un susurro en mi oído… «sin embargo este cuerpo se re-creará, porque ya no soy esclavo de la muerte sino hijo de la Resurrección»

Todo es cuestión de esperar, la Fe será aquél débil junco del cual me hacía, sin darme cuenta de que era la poderosa mano de Dios que me sostenía. Y así le doy un verdadero sentido a mi historia, a mi oración, a seguir en pie. Volteo la mirada, abro la puerta, con un rostro radiante y encendido de un optimismo que no alcanzo a comprende, le digo a Dios «¿adónde iré sino a Ti? sólo Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68)

Es momento de buscar y encontrar. Él siempre estará ahí, en el más allá de las cosas que vemos y entendemos. Este es un momento para contemplar ¿Qué querrá el Amor de mí? ¿Qué me quiere decir? jamás lo sabré si vivo ansioso, en la superficie de mi alma, en el devenir de un mañana que no se si veré.

«El que tenga sed que venga a la fuente, YO le daré gratuitamente del agua de la vida… YO seré su Dios y él será mi hijo» (Ap 21,1-7)

El Amigo Universal

*Inmanente: La inmanencia es el ente intrínseco de un cuerpo; en filosofía se califica a toda aquella actividad como que pertenece a un ser, cuando la acción perdura en su interior, cuando tiene su fin dentro del mismo ser

3 comentarios en “EL DIOS INMANENTE*”

  1. Roberto Mendoza

    Gracias por el llamado a no cerrarle la puerta a la fuente de vida eterna, dando preferencia a puertas que son temporales y cuyos beneficios son perecederos.

  2. Permanece lo que es más importante, el amor, la Fe y esperanza! Esto también pasará y si nos tomamos de la mano de Dios y lo buscamos puede que aprendamos algo y podamos construir un mundo mejor!

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