ASCENSIÓN

«QUE ME INVADA LA SOLEDAD FECUNDA QUE TÚ HABITAS»

La vida de Cristo es la mía, Jesús es el arquetipo de todo hombre *. Todo lo que sucede en la vida de Jesús va sucediendo en la mía, nace, crece en la pobreza de la familia de Nazaret, trabaja y se desarrolla en una comunidad social, vive el dolor de la pérdida de su padre terrenal, crece y sueña con la vida, su misión le es revelada y se da con todo a ella, ama, llora, sufre, se entrega y muere. En la Ascensión hay una separación, una segunda defunción. Los Apóstoles estaban desolados al saber que pronto se irá.

«Les aseguro que ustedes llorarán y estarán tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en alegría (…) Así también, ustedes se afligen ahora; pero yo volveré a verlos, y entonces su corazón se llenará de alegría, una alegría que nadie les podrá quitar» (Jn 16:20 y 22)

Qué difícil es abrir mi mano y soltar «eso» a lo que tanto tiempo me he aferrado, como esa persona con la que he compartido el vagón en ese tren de la vida, un trecho largo e intenso que ahora tengo que dejar, ese bien material por el que trabajé y luché y ahora me lo quitan, ese lugar tan especial, ese recuerdo, esas cosas… En el camino de la fe, en el camino de la vida, no hay otra senda para la madurez más que soltar lo que más amamos, dejar ir lo que creo mío, no volver a buscar lo que se me perdió o dejé olvidado. 

Me gustaría tanto que la vida de Jesús solo fuera de Resurrección, pero no hay Pascua sin angustia, ni resurrección sin muerte, sin defunción, sin pérdida.

Imitar a Jesús, es algo imposible para mí, puedo llegar a la frustración. Es más real para mí seguirlo de cerca. Jung dice que la imitatio Christi, que es ser semejante a Cristo, hace que el hombre se desarrolle y eleve interiormente. Pero el creyente por ser superficial proyecta en el exterior esa exigencia y no vive en él la totalidad. Imita el modelo pero no se transforma interiormente.

Si quiero seguir de cerca a Jesús, debo asumir toda la pérdida, todo el dolor de la despedida que la vida me traiga.

La presencia de Dios en mi vida pasa por una alternancia, hay días que siento su presencia que casi lo puedo tocar y hay días que no está, como si se me escapara de las manos. 

Quiero sentirte siempre a mi lado, Señor, aunque mis ojos no te puedan ver.

Te vas para quedarte
y nos invade una soledad fecunda
que tantas veces nos golpea
y otras tantas nos da vida.

Vuelves al corazón materno
del que surge todo amor;
y desde allí,
que es aquí,
sigues íntimo en la distancia.

Te busco elevando la mirada
y me sorprendes en lo más bajo.

Cuando me muevo por ti
cuando escucho tu voz
cuando estás en el centro,
mis manos crean maravillas
mis palabras son sanadoras
mis acciones transforman…
porque, aunque son mías
son tuyas.

(Javi Montes, sj)

Amigo Universal

*Inspirado en la Ascensión, textos Jn 16. 

*Rezando voy org  

*Carl G. Jung

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