Meditar en silencio, es una disciplina que se cultiva; hacerlo acompañado de una frase, de un «mantra» o una «jaculatoria» o un versículo Bíblico es de mucha ayuda. Tener a mano un lápiz y un papel es demasiado importante al meditar, pues de repente se te presentarán visiones o revelaciones de manera sobrenatural, las cuales merecen ser recordadas y por eso hay que escribirlas al finalizar.
Hoy, desperté un poco preocupado por un tema de salud, pero al momento me di cuenta que debía cambiar mis pensamientos de inmediato y busqué ese espacio secreto, ese lugar destinado a estar con Él. Ahí encontré refugio y alivio, mis pensamientos cambiaron, regresó la paz. He querido compartir algo extraído de mi meditación y de apoyos que utilizo como sitios de oración, lecturas de la Palabra y mis libros y de otras fuentes que me acompañan en la aventura del día a día, que me ayudan a estar Presente en el Presente, en el Aquí y Ahora.
«A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto»
Juan 10:11-18
Vuelvo a Ti, Señor, para escuchar tu voz, la misma que resuena en el silencio habitado de la soledad del campo, así me dispongo a escucharte, pues tu Palabra me da vida y hace que todo cobre sentido. Pese a mis imperfecciones, me mantengo cerca de Ti y trabajo por el Reino, es entonces que todo tiene una orientación y un sentido, todo va tomando forma y es así como te reconozco aún en mi debilidad, en mis momentos de tristeza y de dolor, en la enfermedad como en la salud, en la escasez como en la abundancia, porque ahora entiendo mi vida, proyectada siempre a Ti y a mi hermano.
Como un río de aguas pasadas que no vuelven, la vida se va y no vuelve, hoy solo existe el presente, aunque pesado a veces, pero es la realidad, lo demás no importa. Sé que me quieres, Señor, y que me acompañas en el camino de la vida, me quedo quieto y al pasar las horas te digo y me dices sin cruzar palabra:
Hoy todo fluye,
todo cambia,
todo trae fecha de caducidad.
Maldito presente absoluto
que se nos ha instalado dentro,
como un intruso,
ocupando las estancias
de la memoria y la esperanza
con su ahora
cargado de exigencias.
Y así, huérfanos de historias
y vacíos de futuro,
somos presa
de los estados de ánimo,
tan cambiantes.
Nos devoran las crisis
en tiempo menguante.
Nada perdura.
Ni el amor.
Ni las promesas que hicimos
y que recibimos.
Ni la confianza
en el para siempre.
No sabemos conjugar
el verbo permanecer,
y exigimos
que todo, hasta Dios,
cambie a nuestra medida.
Así no hay viña que crezca y dé fruto.
Devuélvenos, Señor,
la conciencia
de tu tiempo y tu presencia.
Enséñanos a ser sarmientos
de la vid, que eres Tú.
Devuélvenos la fe,
Tú que calmas las tormentas.
(José María R. Olaizola, sj)
Se les aprecia muchísimo, gracias por acompañarme.
Amigo Universal
*referencias recomendadas rezandovoy.org