«Contra ti he pecado, y sólo contra ti,
haciendo lo malo, lo que tú condenas.
Por eso tu sentencia es justa;
irreprochable tu juicio»
Salmo 51:4
Mi dolor y mi vergüenza es ofenderte Señor cada día, por más que haga el propósito de no ofenderte, vuelvo a hacerlo y al hacerlo, también ofendo a mi hermano y me ofendo yo. Tú me has dado sólo bien y no me has pagado conforme a mi mal actuar “Y, sin embargo, a ti, y a ti solo, sí que te he causado pena. He traicionado tu amistad y he herido tus sentimientos”. “Soy pecador por nacimiento, por naturaleza, por definición” por eso me reconozco pecador delante de ti Señor, ante mis hermanos y ante mi propia conciencia, reconozco que lo soy. Fui concebido en el pecado y llevo el peso de mi culpa a cuestas. No merezco hablar ni escribir de ti, porque mis actos no son congruentes con lo que enseño de ti.
Pero aun siendo yo pecador, tú eres mi Padre. Tú me perdonas, olvidas mi pecado y me aceptas en casa cada vez que regreso a ti. Me esperas ansioso cada atardecer y sales a mi encuentro para recibirme con tu abrazo, sin reclamos, sin reproches, me lavas y me pones nuevas ropas. Cuando te confesé mi pecado, no encontraste culpa en mí.
“Hazme sentirme limpio, hazme sentirme perdonado, aceptado, si mi pecado ha sido contra ti, mi reconciliación ha de venir de ti. Dame tu paz, tu pureza y tu firmeza. Dame tu Espíritu”
Amén
Lectura del Salmo 51 DHH (50)
Algunas referencias del libro Busco tu Rostro, Orar los Salmos de Pb. Carlos G. Vallés.
Tomado de mi diario personal en Antiguo Cuscatlán, La Libertad. 29 de agosto de 2013. El Salvador